Durante más de seis años, Martin Pistorius (Johanesburgo, 1975) fue el hombre que no estaba ahí. Víctima de lo que se conoce como síndrome de enclaustramiento, escuchó confidencias. Conoció cómo se comportan las personas cuando están, o creen estar, solas. Se aburrió más allá del límite de lo soportable. Aprendió a medir el tiempo por el movimiento de una sombra en un suelo de madera. Odió con todas sus fuerzas, de tanto verlo, al dinosaurio Barney de la televisión. Deseó morir. Escuchó a su propia madre decir que ojalá estuviera muerto. Sufrió al ver cómo su familia se desmoronaba por su culpa. Fue sometido a abusos por algunos de sus cuidadores de un centro de día. Fue testigo invisible de las mayores miserias del ser humano, también de algunas de sus grandezas. Y vivió para contarlo.
Su recuperación es asombrosa. Ha recobrado el control de sus manos y de la parte superior de su cuerpo. Se mueve autónomamente en una silla de ruedas y hasta se acaba de sacar el carné de conducir. Sigue sin poder hablar, pero se comunica, según el caso, con un teclado provisto de una pequeña pantalla o con un Mac portátil con un programa sintetizador de voz. Teclea y, cuando termina, una voz robótica lee lo que ha escrito.
A los 12 años quedo en coma, y alos 16 se despertó y las 19 era totalmente consciente, aunque solo él lo sabia. Virna, una terapeuta dulce, tímida y callada empezó a trabajar en uno de los centros donde atendían a Martin. Y un día vio algo en la mirada de Martin que le hizo sospechar que había más vida de la que se creía dentro de aquel cuerpo de un chico de 25 años.
Una noche Virna vio un programa en la tele sobre comunicación alternativa y se dio cuenta de que eso podría ayudar a su paciente. Virna habló con los padres de Martin y decidieron enviarlo a un centro especializado en la Universidad de Pretoria para que encontrara la forma de comunicarse. La madre se agarró al nuevo hilo de esperanza y no paró hasta que consiguió que su hijo se expresara. Con el tiempo Martin fue perfeccionando su capacidad de comunicación, con ayuda de un ordenador. Cada vez era más autosuficiente.
Actualemnte, Martin está licenciado en informatico y vive con su mujer. En 2011 publicó un libro donde narra su experiencia.
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